lunes, 5 de julio de 2010


Fumaba mi décimo cigarro y me miraba. Los parlantes cantaban sobre secretos personales escondidos en un bar, en ese mismo bar. Cara conocida, pero no recordaba de donde. Se acercó y lo ví, Era él, sí, mucho más grande, más formal, más triste.
Un abrazo fuerte, cien preguntas, dos mil respuestas. Sentados en la barra , juntos como antes, como soñábamos estar, a esa misma hora, en ese mismo antro, 1 o 2 años después.
¿Cómo haz estado? Estás más, no sé, linda. Gracias. No me digas gracias por decir la verdad. ¿Que hay de nuevo en tu vida?.Las cosas siguen igual. Y tú por fin de novio.. Hace cuánto?. ¿Eres feliz? porque yo no. Tomémonos algo, por los viejos tiempos.
Brindamos por todo, por el tiempo pasado, por los reportajes mal escritos, por la amistad y esos deslices sin sentido. Se veía solo, yo también lo estaba un poco, lo suficiente para compartir un rato más de recuerdos buenos.
Llevaba los mismos cien días que yo encerrada , claro que la vida iba bien, pero el corazón latía lento.
Dos cervezas y empezaron los recuerdos, con cuatro la melancolía. Con siete el mareo y las ganas de compartir algo más que un par de palabras. Con diez nos besamos, y con doce ya las palabras se hicieron humo.
Lo miré fijo y besé su frente, era la hora de marcharme. Quizás nunca más nos veríamos, o quizás mañana, el encierro daba para mucho, la soledad para bastante más.
Nunca más supe de él después de esa noche. Supongo que sigue cansado, sentandose en la misma barra y buscando la misma compañía. Lo sé porque yo hago lo mismo.
Pienso en él cada vez que me da por recordar. Quizás piense en mí cuando lo muerde la soledad.
¿Dónde estará? Acá no. ¿Se habrá enamorado de mí? yo sí, un poco. Así pasaba cada noche que nos veíamos, por fortuna se me pasaba con la resaca, quizás a él también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario