lunes, 5 de julio de 2010


Dije que nunca te perdonaría lo que me hiciste, lo que me heriste. Lo recuerdo bien, porque lo llevo marcado en mi muñeca izquierda. Una marca que dejó el reloj del tiempo que perdí con vos porque decidiste separarte de mi cariño, de mi amor, de mi persona.
Lo dije, me lo dije en mi cabeza, a mis amigos, familiares y conocidos, y hasta a la gente que no debería, pero algo estaba claro, nunca te perdonaría todo aquello que hoy me duele cuando me despierto, con el primer rayo de sol que pega cruelmente en mi ventana, cuando amanezco dolida por empezar a vivir otro día más sin vos.
Nunca te lo perdonaría, el encontrarme sola tomando mates en el comedor pensando si fuí yo la que hizo mal las cosas y vos tenías razón, y esta separación es la justificación de mi falso intento de darte todo, cuando solo te daba más motivos para decidirte en dejar todo atrás y continuar tu camino.
Nunca te perdonaría el verte pasar con ella, acompañándola, aquella que robó lo poco que tenía y lo mucho que perdí.
Imposible perdonarte.
Nunca te perdonaría
el haberme dicho que todo acabó sin derecho a réplica u opinión, tomando una decisión única dejando la decisión de tu lado y el dolor de el mío.
Nunca te perdonaría que no hayas sido capaz de decírmelo a la cara, y te hayas ocultado tras un celular, aquel que nos presentó por primera vez, aquel que aún hoy guarda ese momento del "no, yo te amo más". El que con cada sonar, me hace correr veloz a atenderlo para ver si de una vez por todas me dice "no vas a sufrir más, él va a volver"
Y leo mis mensajes de texto, casi al pié de un llanto incontrolable, y es tu número. Puedo notar que el remitente es "NO LO BORRES",
Y si, lloro y río al ver que es tu número, una sensación indescriptible de sentimientos encontrados, sentimientos que quizás no se conocen entre ellos.
Y leo el mensaje que tanto esperé: "Vení, tengo ganas de verte".
Como dije, nunca te perdonaría, pero al recibir ese mensaje todo cambió, y ya mi resentimiento y orgullo quedaron de lado, para dejar a mi corazón manejarme aunque sea por este día. Por mi cabeza, sigue dando vueltas aquello que me dije, aquella promesa de no perdonar el dolor, y me sigo preguntando: "¿Qué hago?".
Y aquí me tenés, arrodillada, llorando, intentando dibujar en mis labios las palabras "Te perdono" sin éxito, porque el dolor es más fuerte.
Y aquí estoy, abatido, sin respuesta a algo que antes me parecía fácil: No perdonar.

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